Esta vez los dardos apuntan, entre otras cosas, a terminar verdaderamente con la institucionalidad educativa planeada y aplicada por la Dictadura militar. Hoy, sin embargo, existen sectores que insisten en hacer de lo que mayoritariamente se concibe como un derecho, una especie de mercancía que no sólo sirve para adoctrinar, sino también para lucrar.
La bomba ha estallado y los estudiantes secundarios, universitarios y profesores han dicho basta. Decididos, han resuelto rechazar el proyecto impuesto por el Gobierno. La ley General de la Educación (LGE) no garantizaría ni la calidad ni el acceso para todos los chilenos. La figura del lucro se mantiene en el fondo del proyecto y su sentido político se aleja, notablemente, de las aspiraciones de los grupos organizados que se han manifestado pacífica y democráticamente a lo largo de todo el territorio nacional.
A pesar de la lluvia y el incesante frío de los meses de otoño e invierno, los estudiantes y profesores han salido a las calles a manifestar su rechazo al proyecto y la actitud megalómana del gobierno. ¿La respuesta? violencia institucionalizada a través de la represión en las calles y la aprobación de la idea de legislar por parte de la Cámara de Diputados con 96 votos a favor, 12 en contra y 7 abstenciones.
En los próximos días, la iniciativa, ampliamente rechaza por los sectores sociales, será vista en el Senado donde se espera que esta vez sí se escuchen las peticiones de los estudiantes y profesores. En el ínter tanto, el Gobierno, ha recurrido a distintas maniobras para terminar con las movilizaciones y el anhelo de cambiar, efectivamente, el rumbo de la educación chilena.
Durante los últimos meses, las cartas han sido lanzadas y los estudiantes y profesores han planteado su postura clara y resuelta. No al lucro y sí a una educación de calidad, pero construida por todos. En las calles organizados se han alzado las voces por una educación distinta, equitativa y que permita avanzar hacia la igualdad de oportunidades y hacia la construcción de un chile mejor.
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